No son pocos los padres y madres que piensan
“si yo nunca hice deporte, ¿¿cómo voy a hacer para que mis hijos se muevan
algo??”. Pues bien, es posible.
Primero debemos contextualizar y entender a
grandes rasgos el comportamiento de los niños. Por lo general, el niño suele
imitar lo que hacen sus referentes, sean familiares directos, profesores,
amigos, etc. Por este motivo, conviene ser consciente de lo que manifestamos
ante los peques de la casa, porque a lo mejor, estamos transmitiendo algo
negativo o contraproducente para su vida.
En el caso que nos ocupa, debemos pensar y
razonar una cosa. Si cuando los niños y niñas son todavía pequeños, jugamos con
ellos todos los días, procurando introducir paulatinamente actividad física, la
probabilidad de crear esa cultura en ellos sería mayor que si nos dedicamos a
la vida “adulta” sin prestar mayor atención a lo que hacen los niños.
Tomado de: "http://blog.codeconutrilife.com" Interesante foto del ejemplo que es para esta niña su mamá |
Según la
clasificación de Piaget (1939, 1946) que nos resume Ruiz Tendero (2009), se distinguen
tres etapas en el juego infantil:
- Juego sensoriomotor
- Juego simbólico
- Juego de reglas.
Que pueden ser equiparadas a las propuestas por
Papalia (1998) para la infancia:
- Primeros pasos (0-3 años): juego sensoriomotor.
- Niñez temprana (3-6 años): juego simbólico.
- Niñez intermedia (6-12 años): juego reglado.
A su vez, cada fase del juego tiene su
evolución propia. En el caso del juego simbólico de Piaget se distinguen tres
estadios resumidos por Navarro de la siguiente forma (Navarro, 2002):
- (2-4 años): caracterizado por la irrealidad.
- (4-7 años): desaparición de la deformación de la realidad; representación imitativa de la realidad; comienzo del simbolismo colectivo.
- (11-12 años): decaimiento del simbolismo en pro de los juegos de reglas.
Por otro lado, y como nos explican Gutiérrez y
Escartí (2006), también son factores determinantes la influencia de la tarea en
el participante, es decir en el niño. Lo más habitual es que un niño tenga por
principal objetivo satisfacer su motivación hacia su ego, a lo que en ese
momento la importa o le gusta. Además también existe otro tipo de motivación
intrínseca aunque en este caso es hacia la propia tarea (el ejemplo más fácil,…fútbol
en los varones). Sabiendo esto y en consonancia con lo aportado por los autores
citados previamente, conviene reforzar principalmente la motivación intrínseca
de la propia tarea, lo cual favorece a su vez la consecución de todos esos
valores positivos que se pueden transmitir por medio del deporte y la actividad
física.
¿¿Pero cómo se traduce todo esto en la
práctica?? Anteponiendo que no se trata de dar recetas ni clases magistrales,
sino más bien de aconsejar en base a estudios científicos bien avalados y de la
propia experiencia; se puede afirmar que:
Por lo general, los hijos tienden a realizar
las actividades que ven en sus referentes (incluidas claro, las deportivas). En el caso de que sus referentes no practiquen
mucha actividad física e incluso, sean sedentarios; existen muchas
posibilidades de que sus hijos también lo sean; a no ser que se les facilite el
acceso a tareas satisfactorias para ellos y que reporten beneficios palpables.
En este caso se hace necesaria la técnica del “logro de metas” (Nicholls, 1989),
que consiste en valorar las intenciones de lograr metas en los diferentes
campos del propio individuo, siendo estas aprovechables para lograr un
incremento en su motivación. Así, traducido a la práctica, debemos observar
cuáles son esas metas de la persona en cuestión y orientar las actividades
hacia la consecución de dichas metas y a que el individuo se sienta competente.
Con respecto a la Educación Física, es
importante señalar que los profesores y profesoras somos referentes en la mayor
parte de los casos y tenemos influencia directa en la actividad que practican
los chicos (Gutiérrez y Escartí, 2006). Teniendo esto como base, es innegable
que debemos tener extrema precaución con lo que transmitimos, especialmente el
currículum oculto.
Conclusión: ¿Qué quieren los niños? ¿En qué
quieren sentirse competentes? ¿A quién admiran? Una vez respondidas estas
cuestiones, podemos empezar a organizar actividades en función de sus
motivaciones buscando que se traduzcan en una motivación intrínseca a la tarea
y no tanto al ego.
Tomado de: "lahora.com.ec". Iván Vallejo nos muestra que, cuando tenemos metas que nos motivan, debemos orientarnos hacia ellas |
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