20 enero 2013

¿CÓMO CREAR UNA CULTURA DE ACTIVIDAD FÍSICA EN LOS HIJOS?


No son pocos los padres y madres que piensan “si yo nunca hice deporte, ¿¿cómo voy a hacer para que mis hijos se muevan algo??”. Pues bien, es posible.

Primero debemos contextualizar y entender a grandes rasgos el comportamiento de los niños. Por lo general, el niño suele imitar lo que hacen sus referentes, sean familiares directos, profesores, amigos, etc. Por este motivo, conviene ser consciente de lo que manifestamos ante los peques de la casa, porque a lo mejor, estamos transmitiendo algo negativo o contraproducente para su vida.

En el caso que nos ocupa, debemos pensar y razonar una cosa. Si cuando los niños y niñas son todavía pequeños, jugamos con ellos todos los días, procurando introducir paulatinamente actividad física, la probabilidad de crear esa cultura en ellos sería mayor que si nos dedicamos a la vida “adulta” sin prestar mayor atención a lo que hacen los niños.


Tomado de: "http://blog.codeconutrilife.com" Interesante foto del ejemplo que es para esta niña su mamá

Según la clasificación de Piaget (1939, 1946) que nos resume Ruiz Tendero (2009), se distinguen tres etapas en el juego infantil:
  •           Juego sensoriomotor
  •           Juego simbólico
  •           Juego de reglas.

Que pueden ser equiparadas a las propuestas por Papalia (1998) para la infancia:
  •           Primeros pasos (0-3 años): juego sensoriomotor.
  •           Niñez temprana (3-6 años): juego simbólico.
  •           Niñez intermedia (6-12 años): juego reglado.

A su vez, cada fase del juego tiene su evolución propia. En el caso del juego simbólico de Piaget se distinguen tres estadios resumidos por Navarro de la siguiente forma (Navarro, 2002):
  •          (2-4 años): caracterizado por la irrealidad.
  •     (4-7 años): desaparición de la deformación de la realidad; representación imitativa de la realidad; comienzo del simbolismo colectivo.
  •           (11-12 años): decaimiento del simbolismo en pro de los juegos de reglas.

Por otro lado, y como nos explican Gutiérrez y Escartí (2006), también son factores determinantes la influencia de la tarea en el participante, es decir en el niño. Lo más habitual es que un niño tenga por principal objetivo satisfacer su motivación hacia su ego, a lo que en ese momento la importa o le gusta. Además también existe otro tipo de motivación intrínseca aunque en este caso es hacia la propia tarea (el ejemplo más fácil,…fútbol en los varones). Sabiendo esto y en consonancia con lo aportado por los autores citados previamente, conviene reforzar principalmente la motivación intrínseca de la propia tarea, lo cual favorece a su vez la consecución de todos esos valores positivos que se pueden transmitir por medio del deporte y la actividad física.

¿¿Pero cómo se traduce todo esto en la práctica?? Anteponiendo que no se trata de dar recetas ni clases magistrales, sino más bien de aconsejar en base a estudios científicos bien avalados y de la propia experiencia; se puede afirmar que:

Por lo general, los hijos tienden a realizar las actividades que ven en sus referentes (incluidas claro, las deportivas). En el caso de que sus referentes no practiquen mucha actividad física e incluso, sean sedentarios; existen muchas posibilidades de que sus hijos también lo sean; a no ser que se les facilite el acceso a tareas satisfactorias para ellos y que reporten beneficios palpables. En este caso se hace necesaria la técnica del “logro de metas” (Nicholls, 1989), que consiste en valorar las intenciones de lograr metas en los diferentes campos del propio individuo, siendo estas aprovechables para lograr un incremento en su motivación. Así, traducido a la práctica, debemos observar cuáles son esas metas de la persona en cuestión y orientar las actividades hacia la consecución de dichas metas y a que el individuo se sienta competente.
Con respecto a la Educación Física, es importante señalar que los profesores y profesoras somos referentes en la mayor parte de los casos y tenemos influencia directa en la actividad que practican los chicos (Gutiérrez y Escartí, 2006). Teniendo esto como base, es innegable que debemos tener extrema precaución con lo que transmitimos, especialmente el currículum oculto.
Conclusión: ¿Qué quieren los niños? ¿En qué quieren sentirse competentes? ¿A quién admiran? Una vez respondidas estas cuestiones, podemos empezar a organizar actividades en función de sus motivaciones buscando que se traduzcan en una motivación intrínseca a la tarea y no tanto al ego.


Tomado de: "lahora.com.ec". Iván Vallejo nos muestra que, cuando tenemos metas que nos motivan, debemos orientarnos hacia ellas

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