El reto de la actividad física en
un día lectivo, tanto durante las clases de Educación Física como durante los
tiempos de ocio y recreación (recreos).
En un día lectivo, en casi
cualquier escuela o colegio, podemos encontrarnos con estudiantes realizando las siguientes actividades:
- Mirando a los aparatos electrónicos en grupo.
- Comiendo golosinas sentados.
- Inactivos en los espacios del patio, entre otras situaciones.
- Conversar con los amigos.
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De estas situaciones, destaca que
principalmente son las chicas las que mantienen una actividad menos activa e
incluso sedentaria. De esta forma, se observa una inactividad en estudiantes
jóvenes que deberían ocupar esos tiempos de recreo de una forma más activa.
Tampoco se trata de obligar a nadie a hacer ejercicio, ya que se lograría el
efecto contrario, sin embargo sí se pueden crear estrategias y políticas
institucionales y de área para ofrecer oportunidades de práctica física lo más
amplias posibles, obviando todo tipo de estereotipos y prejuicios sociales y
fomentando la participación lúdico-recreativa.
Las investigaciones científicas
corroboran este hecho, como sucede con la investigación realizada por L. Nettlefold, H. A. McKay, D. E. R. Warburton, K. A. McGuire, S. S. D. Bredin, P. J. Naylor (Br. J.
Sports Med 2011; 45:813-819), en la que se concluye que
el déficit
de actividad física de moderada a vigorosa (AFMV) se debió a su actitud
sedentaria, al contrario que la actividad física ligera (AFL). Las
estrategias de actividad física (AF) que implican a las niñas son fundamentales
para superar este déficit. Solo un pequeño grupo de estudiantes lograron las
pautas de AF durante Educación Física (EF). Existe una necesidad muy grande de
entrenamiento adicional y énfasis en AF durante la clase de EF. Además, los colegios
deberían complementar la EF con modelos de AF que incrementen las oportunidades
de practicar AF durante el día lectivo.
Esto nos lleva a pensar también
en el tiempo de las sesiones de Educación Física, que, siguiendo las tendencias
actuales, varía entre 45 y 90 minutos en función de la institución educativa e
incluso del país. Lógicamente la forma de plantear una clase con una diferencia
del doble de tiempo, no es igual, sin embargo los objetivos planteados sí pueden
coincidir en la mayoría de los casos. En relación a la intensidad de las
actividades planteadas, también se debe planificar de forma diferente. En una
sesión de 45 minutos la intensidad suele ser mayor, debido a la obligatoriedad
de aprovechar el poco tiempo de clase, mientras que en la de 90, a priori, hay
más tiempo por lo que habrá intervalos de menor intensidad (principio y final),
y el intermedio, de mayor intensidad. Con respecto a este particular, y a la calidad del tiempo de la sesión de
Educación Física, podemos observar en la investigación de los autores Adilson Marques, Nuno Ferro, José Diniz, Francisco Carreiro da Costa (Br J Sports Med 2011;45:A11)
que los profesores dedican un 60% y 57% del tiempo de clase de AFMV,
respectivamente para las clases de 45 y 90 minutos. En las de 45 minutos, el
17% del tiempo se dedicó a promover el estado de forma y el 32% a juegos. Estos
porcentajes son superiores a los de las sesiones de 90 minutos (15% y 28%
respectivamente. Lo mismo sucede con la intensidad de AF, que aunque no hubo
diferencias significantes entre las de 45 y 90 minutos, durante las de 45 hay
una tendencia de los estudiantes a superar las 140 ppm por periodos de tiempo
mayores a las de 90 minutos. Los resultados del análisis de datos fueron que
los juegos son la actividad que caracteriza las sesiones con AFMV. Entre las FC
de 140 y 60 ppm hay una correlación con el tiempo dedicado al fitness (r=0,64).
No se encontraron diferencias entre las clases de 45 y 90 minutos, lo cual
sugiere que pedagógicamente ambas son
adecuadas. Por medio del SOFIT (System for Observing Fitness Intstruction
Time) fue posible verificar que las actividades con intensidad alta se dan
cuando el profesor tiene esa misma intención, a saber en los periodos de
ejercicios físicos y juegos. Por consiguiente, así como para todas las
actividades de enseñanza, la intensidad
de las sesiones requiere de planificación por parte de los profesores de
EF.
Para terminar, señalar que la institución educativa debe configurarse
y responsabilizarse en relación a la actividad física saludable, como un centro promotor de la actividad física,
como nos indican los autores P.-J. Naylor, H. A. McKay (Br J
Sports Med 2009; 43:10-13): La promoción de la actividad
física se ha convertido en una prioridad debido a su rol preventivo de obesidad
infantil y enfermedades crónicas. Las escuelas se han identificado como un
escenario clave para la promoción de la salud. Hay evidencias consistentes para
apoyar los modelos multicomponente en los colegios de educación secundaria,
concretamente los modelos que incorporan
a la familia y a la comunidad. Una tendencia emergente es incluir a los
jóvenes en el desarrollo e implementación de las intervenciones. En el contexto
de la obesidad infantil y de los estilos de vida sedentarios, hay que señalar
ligeros incrementos en los niveles de
actividad física en las pruebas basadas en la escuela. Las iniciativas en la
escuela deben apoyarse y reforzarse en otros escenarios de la comunidad. Los
profesionales de la salud juegan un papel clave como líderes de la comunidad,
basándonos en su influencia y credibilidad. Estos profesionales pueden prestar
su apoyo a los esfuerzos basados en la escuela preguntando a las familias y los
pacientes y enfatizando la importancia de la actividad física, favoreciendo las
estrategias basadas en el entorno familiar, apoyando a las escuelas locales
para que se aproximen a las “escuelas
activas” y abogando por un apoyo para sostener modelos prometedores de
actividad física basada en los resultados obtenidos en las investigaciones.
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